Esther, maestra discapacitada, pide más ayudas. El Congreso insta a fomentar el empleo en el colectivo
Un pasito más. El Congreso de los Diputados aprobará hoy, si no hay grandes sorpresas, una proposición no de ley del PSOE para que el Gobierno impulse el empleo para las personas con discapacidad. Se trata de dar continuidad a la estrategia global que se puso en marcha en 2008 y que se deberá renovar el año que viene.
Una de las medidas que ya se han puesto en marcha en este sentido es el incremento de los cupos de puestos de trabajo reservados para personas con discapacidad en la empresa pública, destaca la portavoz de políticas integrales de la discapacidad del grupo parlamentario socialista, Paqui Medina. El pasado 3 de diciembre, el Ejecutivo aprobó un proyecto de ley en que subió, del 5% al 7%, la cuota de empleo reservada a este colectivo.
Las principales plataformas de personas con discapacidad aplauden la medida pero alertan de que el camino aún es largo. Así lo siente Esther Chumillas, de 27 años, una de las miles de personas que en España padecen una discapacidad. Su minusvalía alcanza el 85%. Su caso es especialmente representativo de hasta qué punto es duro su día a día. Su trabajo, pese a ser uno de esos reservados para personas con discapacidad, no se adapta a sus necesidades. "¿De qué sirve que saquen plazas si no se adaptan?", denuncia.
Basta un ejemplo para hacerse una idea del esfuerzo que cada día realiza la joven. Apenas un centenar de metros separan su casa de la de sus padres, en Cuenca. El trayecto es casi imposible para Esther: sufre agnosia visual, una enfermedad rara que le impide recordar los espacios. Su cerebro sólo es capaz de reconocer colores, números y letras. Su cabeza siempre alberga una duda: "¿Dónde estoy?".
Esther se orienta recordando los rótulos de las tiendas, el color de los edificios, la forma de las baldosas del suelo... La panadería que abrieron hace unos meses en la esquina frente a su casa le sirve para saber que es ahí donde tiene que girar para llegar a casa de sus padres. Ahí se para, achica los ojos y se orienta.
Su discapacidad no le impide ser maestra de Educación Especial, aunque no reconozca el camino hasta el aula. Una vez dentro, Esther es una maestra como cualquier otra. Pero cada año, desde que sacó la plaza en 2005, le dan plaza en una escuela nueva. Vuelta a empezar: memorizar el trayecto para llegar a su aula, para ir al lavabo y para salir a la calle, donde cada día la esperan sus padres y la llevan a casa. De lo contrario, se perdería.
"Para colmo", se indigna, este curso da clases en dos escuelas distintas. Esther critica que la Administración no le dé una plaza adaptada a sus circunstancias, que simplemente consistiría en que le asignaran una plaza definitiva en uno de los dos colegios cercanos a su casa. Entonces memorizaría el trayecto. "Pido algo que realmente necesito", denuncia. La ansiedad que le provoca esa situación la ha llevado a volver a sufrir los ataques de epilepsia que quedaron atrás hacía ya un tiempo.
Una meningitis mal tratada
Extrovertida, alegre, inteligente y tenaz, lucha cada día para dejar de lado la enfermedad que le dejó una meningitis mal tratada a los 13 años. Ahora da clases a niños con síndrome de Down, con hiperactividad y a quienes les cuesta seguir el ritmo de aprendizaje del resto de la clase. "Yo les entiendo mejor. No quiero que sufran lo que yo", explica.
Por las tardes, Esther estudia segundo de Psicopedagogía. "Necesito ocupar mi tiempo para no pensar demasiado, hay días que son muy duros", explica. Pese a las dificultades, Esther vive sola. Su madre la ayuda cada mañana a escoger la ropa. "Hasta hace poco, no distinguía un pantalón de un jersey, mi cerebro no descifraba si los orificios eran para poner los brazos o las piernas", ilustra. Esther ve sin ver.
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