lunes, 13 de diciembre de 2010

400 jóvenes vascos se preparan para ser autónomos en las aulas de tareas


«Este curso han ido solos en el metro a visitar el Museo de Bellas Artes», explica con orgullo una de las docentes del centro de FP de Elorrieta, en Vizcaya. Los objetivos de los más de 400 alumnos con discapacidades psíquicas integrados en las aulas de aprendizaje de tareas de la enseñanza vasca son muy diferentes a las materias que se estudian en la enseñanza ordinaria. Manejar el dinero, tareas del hogar, utilizar tarjetas bancarias o los transportes públicos y adquirir los hábitos y habilidades para poder desempeñar un empleo son las asignaturas que deben superar estos jóvenes que se preparan para llevar una vida independiente.
Los requisitos que tienen que cumplir estos chavales para poder entrar en un aulas de aprendizaje de tareas, integradas en los centros de Formación Profesional, es tener entre 16 y 20 años y no haber logrado sacar el título de Secundaria. En estos programas hay adolescentes con autismo, asperger, Síndrome de Down, y otros trastornos.
Los alumnos dedican entre cuatro o cinco años a su preparación, con los mismos horarios que el resto de alumnos de FP de cada instituto. Trabajan materias instrumentales como lengua y matemáticas pero aplicadas a la vida diaria, por ejemplo, para poder manejar dinero cuando hacen compras. El proyecto de las aulas de tareas incluye talleres de informática, madera, electricidad, y cocina. «Trabajamos con ellos las tareas del hogar en colaboración con los padres. Aprenden a cocinar, hacen recetas que luego repiten en su casa. Es importante que sepan gestionar las labores de casa. Que adquieran autonomía es fundamental», explica Ernesto Gutiérrez, orientador del instituto de FP de Elorrieta en el barrio bilbaíno de San Ignacio.
Matemáticas para la vida
Hasta que llegan al programa de aprendizaje de tareas, estos jóvenes han estado integrados en aulas normalizadas. «Tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Estos chavales llegan con la autoestima por los suelos porque ellos no alcanzan nunca el nivel de sus compañeros. En pocos meses se les nota que recuperan esa autoestima y empiezan a mejorar ya que, por primera vez, son capaces de cumplir con los objetivos que se les marcan, ya no se ven inferiores», añade el orientador. Los docentes les enseñan a gestionar su tiempo libre. Ir al polideportivo, visitar un museo o ir al cine sin necesidad de que les acompañe alguien son algunos de sus retos. Al acabar su preparación son capaces de llevar una vida autónoma y disfrutar de su ocio de forma independiente.
Una parte importante del programa está dirigida a que estos estudiantes adquieran las rutinas de trabajo de una empresa. «Se les enseña a cumplir los horarios, a mantener su puesto en orden, recoger al acabar...», explica el docente de Elorrieta. Una vez que finalizan los ciclos se les da un certificado en el que consta la especialidad que han cursado y las capacidades alcanzadas. El tutor les facilita un informe en el que detalla sus habilidades concretas para la realización de tareas laborales. «Algunos son capaces de manejar un programa de ordenador, otros de desmontar y montar piezas mecánicas, y los que tienen menos posibilidades se adaptan a puestos de limpieza, montajes, hacer sobres... Pero todos ellos salen preparados para desarrollar un empleo con eficacia», dice Ernesto Gutiérrez.
El centro les facilita la posibilidad de hacer dos o tres meses de prácticas en alguna institución, fundación, empresas ordinarias o talleres protegidos. Cuentan, además, con un tutor personal que les acompaña durante los primeros días de su trabajo para que se adapten. Algunos alumnos con mayores capacidades se incorporan a los Centros de Iniciación Profesional, reservados también para jóvenes sin título de ESO que quieren aprender un oficio.
El gran reto que les queda a estos programas es conseguir para estos chavales un puesto de trabajo, ya sea protegido u ordinario. «Es muy difícil que les contraten tanto las empresas como la propia Administración», comenta el especialista del centro de Elorrieta. Se ven obligados a recurrir a los talleres ocupacionales y puestos protegidos de fundaciones como Lan Ekintza.

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