En el año 2007 nos hicimos eco de las conclusiones de Laurent Mottron, del Hospital Rivière-des-Prairies, sobre el error existente en la asociación genérica de autismo y discapacidad intelectual. El informe de investigación “The level and Nature of Autistic Intelligence” (El nivel y la naturaleza de la inteligencia de las personas con autismo) publicado por Michelle Dawson, Isabelle Soulières, Morton Ann Gernsbacher y Laurent Mottron,
nos habla claramente de que los modelos usados para la medición de la
capacidad intelectual de las personas con autismo estaban equivocados.
En el año 2010 iniciamos una serie de 3 artículos donde nos enfocamos precisamente en este tema, “Autismo, ¿dos caras o dos monedas?”, donde recogíamos -entre otros muchos- el estudio de la Dra. Meredyth Goldberg Edelson publicado en el 2006: “Are the Majority of Children With Autism Mentally Retarded?” una de las conclusiones del citado estudio es “Link Between Autism and Mental Retardation Lacks Data”
(La conexión entre el autismo y el retraso mental carece de datos).
Este estudio del 2006 marcó un antes y un después en el modelo de
comprensión de la inteligencia en los Trastornos del Espectro del
Autismo.
El principal objetivo era intentar cambiar
determinados tópicos relacionados con la capacidad intelectual de las
personas con autismo. Es habitual seguir encontrando artículos donde se
sigue insistiendo en que entre el 50 y el 75% de las personas con
autismo tienen una discapacidad intelectual como comorbilidad. Y a pesar
de que existen diferentes estudios que dicen lo contrario, no han
debido tener suficiente difusión entre muchos profesionales del sector,
ya que siguen insistiendo.
Esto realmente implica un cambio a diversos niveles.
Desde una perspectiva puramente estadística vamos a mover bastante
algunas cifras. Si lo vemos desde el plano de la terapia y la
intervención, existe un punto de inflexión muy relevante, nos deberemos
replantear algunos cambios a la hora del enfoque. A su vez, significa un
nuevo paradigma, que tiene mucho que ver con la comprensión de la
inteligencia. Este cambio no debe afectar solo a la visión global del
autismo, también a la discapacidad intelectual. Comprender la
inteligencia es un gran paso, nos debe ayudar a mejorar la percepción de
la diversidad intelectual desde un modelo múltiple. Al igual que Gardner nos habla de las inteligencias múltiples, debería por tanto haber mediciones múltiples.
Y este cambio es muy importante, no hace tanto se
consideraba que quienes tenían una “deficiencia mental” nunca iban a
aprender nada, ya que la inteligencia era algo inamovible y que nacías
con un determinado nivel, y debido a este criterio tan particular no se
les enseñaba nada. Hoy sabemos que esto no es así. Los avances en
neurociencia nos han descubierto que la plasticidad de nuestro cerebro no tiene un límite preestablecido, por tanto podemos aprender hasta nuestro último día de vida.
Sabemos que el desarrollo de la inteligencia, tal y
como la conocemos, está muy ligada al desarrollo del lenguaje. Cuando
este desarrollo del lenguaje no se da de la forma “prevista”, nos
encontramos con un modelo diferente de inteligencia. Y si no
comprendemos algo o no existe o es malo. Pero este hecho no implica que
la inteligencia no permanezca intacta, no en cuanto al aspecto
cuantitativo, si no al cualitativo. Es decir, podemos reevaluar a un
adulto con autismo que haya recibido un diagnostico previo de
discapacidad intelectual, y descubrir que no tienen ningún tipo de
compromiso intelectual. Sencillamente su modelo de inteligencia no
estaba dentro de los patrones con los que evaluábamos.
Otro de los aspectos de este nuevo paradigma en la
comprensión de la inteligencia viene dado por los nuevos métodos de
medición. El “Test de Matrices de Raven” nos ha
demostrado que personas a las cuales se les colocaba una etiqueta de
“discapacidad intelectual” han demostrado una inteligencia de lo más
normal. Incluso los resultados de los test de inteligencia han resultado
no corresponderse con los resultados académicos, tal y como el equipo
de investigación de la Universidad de Washington nos demostró. Tanto es así que el equipo de investigación considera que alrededor del 70% de los niños con autismo pueden considerarse de alto funcionamiento
si tienen la intervención adecuada a nivel psicopedagógico. Y este dato
es justo el contrario de lo que nos han venido diciendo hasta la fecha.
Es evidente que la intervención temprana es crucial,
que un modelo intensivo en los primeros años de vida del niño posibilita
un avance suficiente para que la escolarización del mismo no deba pasar
por el calvario habitual. Pero esta mejora global en el niño con
autismo no lo hará ni más ni menos inteligente, sencillamente modelará
en una mayor medida su modelo de desarrollo intelectual hacia el que
entendemos como “normal”.
En cualquier caso, seguirán habiendo casos donde
exista un compromiso intelectual importante, donde nos encontremos con
las dos caras de la moneda. Aunque en este caso habrá también que
comprender mejor los orígenes no solo del autismo, sino de la
discapacidad intelectual. Sabemos que existen determinados factores
genéticos que está ligados al trastorno del desarrollo intelectual. Pero
también sabemos que cuando el grado de este trastorno es severo, una de
las áreas que se ven afectadas es la de la comunicación ¿Podríamos
decir que tenemos un caso de discapacidad intelectual severa con
conductas autísticas? ¿Hasta qué punto el tándem autismo y discapacidad
intelectual van de la mano? Quizá sea la típica pregunta de ¿qué fue
primero, el huevo o la gallina? Realmente en casos donde existe un grado
severo que condiciona de forma importante el desarrollo de la persona
dé igual si es autismo más discapacidad intelectual o si es discapacidad
intelectual con conductas autísticas, pero este nuevo concepto de
comprensión de la inteligencia también puede servirnos como un nuevo
punto de vista para abordar la intervención en las personas con un grado
severo. Quizá debamos añadir más tipos de inteligencias a la
clasificación de Gardner. Y tengamos un modelo autístico de
inteligencia.
Los avances en neurociencia son constantes y nos
están abriendo nuevas puertas a la comprensión de la inteligencia y del
autismo. Una disciplina relativamente joven, denominada epigenética,
también nos está dando nuevas pistas sobre como determinados factores
afectan al desarrollo, el cual influye también en la inteligencia. Es
importante que este tipo de avances y nuevos modelos de comprensión sean
aceptados por el grupo de profesionales que trabajan cada día en
contacto directo con las personas con autismo, de otro modo, generamos
una brecha entre los avances y el conocimiento y la intervención real.
Como pequeña muestra les recomiendo ver este vídeo,
de una joven por la que nadie, salvo sus padres, apostaba. También
decían que tenía discapacidad intelectual severa. Hoy escribe un libro,
el resto, véanlo ustedes y saquen sus propias conclusiones. Carly Fleischmann, demostrando que el autismo no siempre significa discapacidad intelectual.
Y si desean hacer una prueba de medición
con una versión reducida del Test de Matrices Progresivas de Raven, solo
sigan las instrucciones.
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